Cuando llegué a Madrid en 1991, comencé siendo portero de un edificio de gente de clase media-alta. Barría, pasaba la fregona, recogía la basura en el turno de tarde y ordenaba los contenedores en el turno de mañana. Otra parte del tiempo la consumía sentado en la portería, leyendo el ABC, el Mundo (todavía no existía la Razón) y Diario 16. Casi nadie leía El País.
Todos tenían más de dos coches, varios niños y ropa de marca.
Aznar todavía solo era una esperanza para ellos; la esperanza blanca, católica y franquista.
Me dá mucha vergüenza recordar aquellos años: yo no había venido a Madrid para esto... pero era lo que había. Mis hijos eran pequeños pero ya me miraban con cierta pena; decían en el colegio que su padre era conserje, no portero... Sufrí mucho el recuerdo de aquellos años, todavía los recuerdo con amargura y desesperanza. No por el trabajo en sí, sino por sentirme incómodo, un poco humillado, desanimado, fuera de lugar...
Todo aquello lo olvidé mal.
A veces extrañaba mi pueblo, si es que tenía alguno. No sabía si volverme o dejar que la Gran Capital se hiciese cargo de mi destino. MAD me cojió de las orejas y me recordó que yo no era nadie, que estaba allí como mano de obra barata, y que si no me gustaba, vete a tu pueblo. Mi pareja, en cambio, aprovechó mejor el tiempo y las oportunidades. Tiene buenos recuerdos de los últimos 16 años vividos en Madrid. Incluso conserva sus amistades madrileñas.
Hoy, desde fuera de aquella hermosa ciudad, me queda claro que la culpa no es de MAD: "Los hombres en algún momento son dueños de su destino:
La culpa, querido Bruto, no está en nuestras estrellas,
Sino en nosotros mismos, que somos subalternos" (underlings)...
Madrit tiene unos museos muy bonitos, de los que he sacado y saco muchísima alegría.
Madriz tiene a mi familia que es madrileña aunque yo no lo sea.
MAD tiene mis mejores años y mis peores decepciones.
Qué maja es Madrid desde una distancia (considerable)!!
Adéu-siau,,, etc.