sábado, 24 de octubre de 2009

MARIO BUNGE


"¿Cuál será el oficio más difícil? ¿El de Presidente de los EE.UU.? ¿El de patrón de Microsoft? ¿El de Sumo Pontífice? ¿El de campeón de fútbol? ¿El de narcotraficante? ¿El de físico teórico?
Nada de eso. Ya se ha visto que se puede ser Presidente de los EE.UU. al mismo tiempo que padecer de Alzheimer o ser un patán. En cambio, ni Mao, ni Reagan, ni Pablo Escobar, ni los papas, ni siquiera Einstein o Gardel han sido, que se sepa, padres ejemplares.
Creo que lo más difícil es ser un buen progenitor. Este oficio no se aprende en ninguna escuela. Ni siquiera hay entrenamiento, como en el caso de los científicos, deportistas, actores y dictadores. Casi siempre, la progenitura se improvisa igual que en el caso de los demás animales. Esto es gravísimo, porque puede llevar a cometer errores e incluso infamias que ningún animal cometería, tales como vender a las hijas o encerrarlas en conventos.
Para sobrevivir en la sociedad moderna no basta caminar, masticar ni manejar una espada o una azada. A medida que nos civilizamos nos hacemos más artificiales, o sea, hacemos trabajos cada vez más complicados. Y éstos requieren aprendizajes rigurosos y largos. Por ejemplo, no cualquiera es capaz de causar desocupación masiva en un país: para esto hace falta un doctorado en Economía.
A su vez, estos aprendizajes requieren cerebros bien nutridos desde los primeros días de vida. Los neuroanatomistas han mostrado hace tiempo las grandes diferencias existentes entre las cortezas cerebrales de los niños desnutridos y carentes de educación, por un lado, y los criados normalmente, por otro. Las cortezas de los primeros son notablemente más delgadas que las de los segundos.
Sin aprendizaje temprano y sostenido no se va formando un cerebro capaz de aprender las técnicas necesarias para ejercer oficios modernos. Nuestros padres son los primeros escultores de nuestros cerebros. Luego intervienen los demás escultores: pares, parientes, amigos de los padres, vecinos y maestros. Recién en la adolescencia, cuando emprendemos tareas por cuenta propia, empezamos a autoesculpirnos. Unos los músculos y otros el cerebro.
En algunos oficios se pueden cometer errores reparables. El político que pierde una elección puede ensayar sus suerte en la próxima. El hombre de negocios que fracasa en una empresa puede intentar otra.
En cambio, si se procrea un hijo al que no se puede alimentar, o a quien no se sabe criar o educar, no sólo se comete un error, sino también un delito irreparable. La progenitura irresponsable es un grave delito moral. Sin embargo, solemos disculparlo, alegando pobreza, ignorancia, juventud o incluso afán por poblar el Paraíso. La presencia de estos factores explica pero no justifica. Y, sobre todo, no salva a las víctimas.
Si admitimos que el oficio de progenitor es tan difícil como importante, ¿por qué no enseñarlo, como se enseñan otros oficios muchísimo más fáciles, como los de electricista, matemático o militar?..."

63. OFICIO DIFÍCIL, 100 IDEAS. El libro para pensar y discutir en el café, MARIO BUNGE, 2006